viernes, 18 de julio de 2014

Cuando «la hija de mi voz» me traiciona.


Hoy, después muchos años me vuelvo a sentir yo. Podría poner de pretexto el viaje próximo y sus necesarios ritos de verano. Yo sé que es sólo el pretexto.

Sentirme yo, haber vivido la mayor parte de una vida de tal modo que esta, increíblemente, sigue siendo mi zona de confort. La calma es estar sola.

Esa taza sobre la mesa es mi quinta de café en el día y probablemente la número 30 de la semana, no consigo lograr que mi temperatura corporal suba y mis manos permanecen heladas. Hay un constante dolor en mi cabeza que me acompaña desde hace ya un ciento de horas junto con esa maldita voz que no deja de susurrarme. En mi estómago ese bendito vacío con el cuál tuve siempre mí única relación fiel y leal.

Me siento dispersa, por ratos ausente, agotada, triste, débil, espantada, tranquila, feliz, orgullosa. Tiemblo de frío. Me odio. 

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